El Sí mismo Superior incluye tanto la individualidad como la
universalidad, esa parte nuestra que es ilimitada, eterna e infinita y que
compartimos con el resto de la creación. Si uno está en contacto con este nivel
del ser, está en armonía con el universo, y actuamos de acuerdo a las leyes
universales. Obviamente se trata de un estado de consciencia positivo, no sólo
en relación a nosotros mismos, sino también en referencia a los demás. Pero,
desprenderse de la condición de individuo separado para fundirse con algo mayor
que nosotros mismos asusta a la mayoría de las personas. Al abrirse a lo
transpersonal, se activa el miedo a aquello que no tiene forma. Tenemos miedo
de perdernos en el infinito. Simplemente nos da miedo perder nuestra
individualidad. Este miedo a perder forma es particularmente fuerte en las
personas que necesitan controlar la situación, cuyas fronteras son rígidas y
definidas. Esto es muy frecuente si tenemos a Saturno muy dominante o tenemos
un gran predominio del elemento tierra (Capricornio, Tauro o Virgo). Tenemos
miedo de perder el control de nuestras vidas, perder nuestro poder, y si dejamos
de vigilar aquello que tenemos a nuestro cargo, creemos que perdemos las
defensas y terminaremos siendo víctimas del universo.
La casa en la que se encuentra Neptuno es donde se nos pide
que renunciemos a nuestro sentimiento de individuos aparte y reconozcamos que
existe algo mayor que la voluntad del yo.
A través de Neptuno puede que busquemos en las cosas externas nuestra
totalidad perdida. Pero, sólo si miramos hacia dentro podemos encontrar la
realización que buscamos.
También puede ocurrir que tengamos un Neptuno fuerte e
igualmente nos resistimos a renunciar al sentimiento de individuos separados, entonces
es posible que nos creamos Dios, nosotros mismos. Sin embargo, un Neptuno
fuerte tiene un alto potencial espiritual que más tarde o más temprano nos
llevará a trascender el yo.
Si tenemos a Saturno en conjunción o aspecto difícil con
Neptuno puede asustarnos la falta de forma. Neptuno quiere fundirse con la
totalidad, pero a Saturno le aterroriza renunciar a los límites. La misma
situación puede darse con Saturno en casa XII o en Piscis. El miedo es vernos
abrumados por algo mayor que nosotros, y a Saturno le preocupa que si renuncia
a algo después no pueda recuperarlo.
El miedo a perder la individualidad y el miedo a la falta de
forma se reducen en última instancia al miedo a la muerte y la disolución. La
perspectiva de la disolución del yo moviliza el mismo tipo de ansiedades que
podríamos sentir ante la muerte misma. Para ver a una persona en relación a la
muerte tendremos que mirar la casa VIII y la casa XII. La casa VIII describe
nuestras actitudes hacia lo que sucede cada vez que nos pasa algo semejante a
una muerte del yo, o un cambio de identidad importante. En esta casa del
compartir, uno muere como yo para renacer como nosotros, renunciamos a algo de
nosotros mismos para fundirnos con un otro. En la casa XII se nos pide más, se
nos pide que renunciemos a nuestro sentimiento de individualidad para fundirnos
con la totalidad, con el cosmos. Por
esta razón, si tenemos a Saturno en la casa XII podríamos tener miedo de
abrirnos a algo mayor que sí mismo. Una situación similar se da con Saturno en
la casa VIII o en Escorpio, pero el miedo es a renunciar al yo y fundirse con
otros. Y esto también puede manifestarse como miedo a la muerte y como un
aferrarse desesperado al yo.
Con Plutón, las cosas cambian. Si Plutón se encuentra en la
casa XII seguramente conocemos el miedo de vernos absorbidos por algo mayor que
nosotros mismos, pero también nos fascina las fuerzas que están más allá del
yo. De modo similar, si tenemos a Plutón en la casa VIII sentimos el miedo y la
fascinación de la muerte y de lo que está más allá de la existencia física.
Pero si tenemos signos de tierra en las casas VIII y XII,
también tenemos dificultades para renunciar a la identidad centrada en el yo. Por
el contrario, si en estas casas se encuentra a Júpiter o Neptuno buscaremos
naturalmente ir más allá del sentimiento de individualidad.
También una fuerte energía acuariana o en la casa XI
promueve el deseo de identificarse con algo mayor que el sí mismo. Con estas
energías generalmente estamos enfocados en causas y grupos que promueven como
objetivo el bien o la totalidad. Pero si Saturno está en Acuario o en casa XI,
posiblemente tendremos miedo de unirnos a un grupo, porque eso significa
renunciar a algo de la propia individualidad. El signo opuesto, Leo, por
supuesto tiene una enorme necesidad de definir su identidad como un individuo
diferenciado. Los conflictos se plantearán cuando existan planetas en Leo, o en
la casa V, en oposición a planetas en Acuario o en la casa XI. El conflicto de
base es entre la consolidación del yo y la necesidad de abrirse al Sí mismo
Superior.
(adaptación “La Dinámica del Inconsciente” Liz Greene)
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