Muchas veces tenemos miedo de no ser capaces de manejar el
poder que podría darnos el hecho de abrirnos al mundo transpersonal.
Probablemente, lo que nos asusta no es el poder en sí, sino más bien el uso o
abuso que podamos hacer de ese poder.
Cuando entramos en contacto con nuestro Sí mismo Superior
seguramente nos volvemos más poderosos, porque del Sí Mismo emana una vibración
mucho más fuerte que el yo, y eso atrae a otras personas e influye sobre ellas.
¿Y si no sé usar con prudencia ese poder? ¿Y si mi poder me lleva a herir de alguna
manera a otras personas? Estas son algunas de las preguntas que vienen a
consecuencia de este temor.
Este miedo es bastante común en las personas que tienen el
Sol en aspecto con Plutón, sobre todo en la generación que tiene a Plutón en
Leo (nacidos entre 1937 y 1958) (Sol conjunción Plutón, o Sol oposición Plutón).
Pero también es válido para otros aspectos del Sol a Plutón en otros signos.
Cuando tenemos algunos de estos aspectos nos preocupa la probabilidad de un uso
destructivo del poder. Hay una parte nuestra que desea dominar, mientras que
otra se retrae ante cualquier posibilidad de alcanzar una posición de autoridad. Cuando tenemos al Sol en aspecto con Plutón y
no estamos haciendo nada por usar nuestro poder, entonces estamos actuando
desde un miedo consciente o inconsciente a abusar de la autoridad.
Algo similar puede ocurrir cuando tenemos a Saturno en
conjunción o en aspecto difícil con Plutón, sobre todo cuando Marte también
está relacionado con algunos de estos planetas.
Si lo miramos desde un punto de vista más psicológico que
kármico, los miedos centrados en el abuso de poder pueden haberse originado en dificultades
con el padre en épocas tempranas. Si el Sol está en aspecto difícil con Marte,
Saturno o Plutón, es probable que en nuestra niñez hayamos vivido a nuestro
padre como violento, excesivamente autoritario o destructivo. Aun si el padre
no se condujo abiertamente de esa manera, los niños que tienen esos aspectos
pueden haber sentido la posibilidad de esos extremos como algo peligrosamente
próximo a la superficie. Es lo que Jung llamó “animus negativo”. El animus
representa el principio masculino y esta clase de aspectos suelen señalar
problemas con él.
Es posible que la imagen negativa del padre o del animus sea
proyectada sobre el Sí mismo Superior o sobre Dios. El Sí mismo Superior es tan
ilimitado que sobre él se puede proyectar casi cualquier cosa. Si nuestro padre
fue potencial o realmente violento y destructivo, o si uno tiene en su carta
una imagen negativa del animus, es probable que proyectemos esos sentimientos
sobre el Sí mismo Superior, porque este, el padre y Dios son tres entidades que
se mezclan. En ese caso, uno puede imaginarse que el Sí mismo le hará hacer
cosas que no le gustan, o que será causa de que sin saber cómo, dañe a otras
personas. Es posible que temamos llegar a estar dominados por el Sí mismo. En
realidad, si le decimos a alguien algo que verdaderamente proviene de nuestro
Sí mismo Superior, o del corazón lo hacemos generalmente de una manera que no
destruye a la otra persona, porque no hay ninguna intención de culpar ni de
atacar.
Es posible que si somos del tipo de personas que están muy
centradas en el amor (con énfasis en Cáncer, Libra, o Piscis, con Luna, Venus o
Neptuno destacados, o con gran predominio de Agua) tengamos miedo del poder que
puede conferirnos el Sí mismo superior. En vez de arriesgarnos a un
enfrentamiento, es frecuente que aceptemos cualquier cosa que suceda, y que
desconozcamos así el lado más voluntarioso y directivo de nuestra naturaleza.
Pero lo que no reconocemos en nosotros mismos lo proyectamos hacia afuera, de modo
que es probable que proyectemos nuestras propias necesidades no vividas de
poder y de autoafirmación sobre el Sí mismo Superior. Por eso terminamos por
tener miedo de que este nos obligue a hacer cosas que podrían herir o dañar a
otras personas. Ya ven porque es tan importante trabajar en la propia
personalidad, antes de empezar a abrirse al ámbito transpersonal en su
totalidad.
(adaptación “La Dinámica del Inconsciente” Liz Greene)
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