La Luna en Piscis

 


        Lo inabarcable y lo inexplicable definen a la Luna en Piscis. Quien nace con esta posición necesita vivir una conexión emocional mágica, cósmica, total y absoluta, hasta disolverse y fundirse en una amorosa totalidad, con todos los riesgos que esto implica para la noción de individualidad. Estamos en el cierre del zodíaco: quedó atrás la inocente simpleza de Aries y llegamos a la infinita sensibilidad pisciana, imposible de traducir en palabras. Intentar comprenderla es un desafío, porque el lenguaje, por su propia naturaleza, limita lo que esta Luna experimenta.

    Cuando se encuentra bajo el dominio de su mecanismo defensivo, evita definiciones y discriminaciones. Suele ser introvertida, inaccesible y cómoda en el silencio. Le resulta difícil identificar y registrar lo que siente, porque no hay palabras capaces de nombrar lo ilimitado ni de explicar lo infinito. De forma natural, vibra con todo lo viviente y adopta un rol de “madre universal”. Sin embargo, esta entrega puede derivar en tratar al otro como si fuera un ser incapaz de valerse por sí mismo. Su dificultad para establecer límites hace que no siempre sepa si lo que siente es propio o ajeno; en su interior, todo se mezcla. La confusión emocional la lleva a absorber y amplificar las emociones de quienes la rodean, reaccionando con empatía y compasión, pero también sacrificando sus propios deseos y necesidades para satisfacer los de los demás.

        En el plano físico y cotidiano, la adaptación no le resulta sencilla. Su anhelo de un mundo mágico choca con la realidad, donde luz y sombra coexisten. El colorido arcoíris puede convertirse en un tren fantasma en este mundo dual. Su mecanismo más habitual es la evasión: le cuesta enfrentar situaciones que despiertan emociones intensas como el dolor, el miedo, la agresividad o la muerte. Entonces huye hacia un universo de fantasía donde todo termina bien. El problema surge cuando la realidad la obliga a aterrizar bruscamente y la caída es dolorosa. Esta dinámica la expone a reiteradas desilusiones, de las que vuelve a intentar escapar.

        En el amor, busca un territorio mágico: un vínculo sublime, con alguien que parece de otro mundo. Ama el amor en sí mismo, la experiencia de estar enamorada, la magia de los inicios y la fascinación de perderse en el otro, siempre en una conexión que trasciende las palabras. Sin embargo, la realidad concreta de las relaciones queda muchas veces fuera de escena.

        Su gran aprendizaje consiste en poner límites y aceptar también el lado más complejo y sombrío de la vida. Para ello, es clave que trabaje en reconocer y registrar sus propias emociones, nombrarlas y diferenciarlas de las ajenas, fortaleciendo así su individualidad. Solo de esta manera podrá habitar plenamente el mundo real sin renunciar a su capacidad única de conexión profunda.

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