Tanto el signo de Piscis, como la casa XII describen la
vivencia de ser parte de algo mayor de
uno mismo. … En ocasiones se describe a la casa XII como el mar colectivo del
cual emergemos todos, comparándola con las aguas indiferenciadas del útero.
Iniciamos la vida inmersos en una totalidad líquida; es lo que Wilber llama el
estado pre personal, o previo a la diferenciación sujeto-objeto.
Después de Piscis y la casa XII, llegamos a Aries, el
Ascendente y la casa I. El Ascendente se relaciona con el nacimiento, que nos
saca bruscamente de ese estado de totalidad primordial. Nacer significa asumir
un cuerpo, y cuando se asume un cuerpo se asume una forma específica y un
límite específico… El trayecto de Aries a Virgo y de la casa I a la VI define
los procesos mediante los cuales uno establece progresivamente su sentimiento
de ser un individuo aparte. Para cuando llegamos a Virgo (el signo del detalle,
la discriminación y el establecimiento de distinciones) y a la casa VI (la casa
de la precisión técnica y la atención a la forma y al límite), uno, ya se ha
diferenciado plenamente. Quedó atrás la unidad con todo lo que lo rodeaba;
ahora, con una mente, un cuerpo y unos sentimientos propios, uno es una entidad
concreta y distinta que cumple con sus tareas particulares en el lugar preciso
que se ha creado para sí en el mundo. Está firmemente atrincherado en el ámbito
de lo personal.
Cuando damos la vuelta a la esquina y pasamos de Virgo a
Libra y de la casa VI a la VII se pone en marcha un proceso nuevo: la necesidad
de trascender ese recién hallado sentimiento de ser un individuo aparte para
volver a fundirse con algo distinto a uno mismo. De la casa I a la VI, de Aries
a Virgo, nos esforzamos por construir una identidad basada en el yo, y por
definirnos como una entidad diferenciada. Pero de Liba a Piscis, y de la casa VII a la XII, lo que se nos pide
es que disolvamos los límites del yo adquirido y reconozcamos que somos
efectivamente parte de algo mayor. En las casa VII y VIII, y por mediación de
Libra y Escorpio, intentamos fundirnos y unirnos con diversas personas
significativas en nuestra vida; en la casa IX y X, con ayuda de Sagitario y
Capricornio, reconocemos que somos parte de una unidad aun mayor que nos
influye y nos define: la sociedad, y en las casa XI y XII por mediación de
Acuario y Piscis, llegamos a comprender nuestra interconexión con el resto de
la vida y la totalidad de la creación. Es decir, que una vez que hemos
regresado a Piscis y a la casa XII, somos de nuevo parte de algo mucho más
vasto que nosotros mismos. Estamos ahora en el dominio de lo transpersonal.
Realmente, el yo no ha desaparecido, se ha expandido para ir incluyendo cada
vez más.
Los trayectos de Aries (I) a Virgo (VI) y de Libra (VII) a
Piscis (XII) describen dos procesos muy distintos y sin embargo relacionados.
Por una parte, tenemos la necesidad de construir una identidad basada en un yo
diferenciado, mientras que por otra necesitamos trascender ese apartamiento
para volver a conectarnos con el Todo, con algo mayor que nosotros mismos. Si
uno tiene a Saturno en una de las primeras seis casas o signos es probable que
se le planteen temores o problemas que afectan su propia definición como
individuo. Sin embargo, si Saturno se encuentra en alguna de las últimas seis
casas o signos, los problemas que se le
plantean no tienen que ver con la definición de uno mismo como individuo, sino que
se originan en el miedo a fundirse con los otros y de renunciar a la propia
individualidad. Algunas personas tienen dificultades para establecer su
autonomía, para diferenciarse, y alegremente se dejan llevar con la multitud o
por la corriente. A otras les cuesta conectarse y fundirse con los demás o
reconocerse como parte de un todo.
“La Dinámica del Inconsciente” (Liz Greene / H. Sasportas)
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