Algunas personas asocian sentimientos como el júbilo, la
bienaventuranza o el amor universal con el Sí mismo Superior. Pero una experiencia
del Sí mismo Superior no es necesariamente una vivencia de éxtasis y de intensa
emoción. Lo más frecuente es que el contacto con el Sí mismo Superior se sienta
como un estado de quietud o de profunda paz. Peter Russell lo compara con estar
en una habitación completamente silenciosa donde no hay nada que oir. Uno está
consciente, pero no hay nada de lo que se tenga consciencia a no ser la
consciencia misma. Cuando uno tiene la vivencia del Sí mismo Superior no se
concentra en nada en particular. No está pensando en el amor, ni tiene
sentimientos de júbilo. Es, y nada más. El Sí mismo no es un proceso, es el ser
sin límites.
Pero, a medida que se aproxima al Sí mismo, uno va pasando
por lo que se conoce como las dimensiones superconscientes de la psique, de donde emanan sentimientos tales
como el júbilo, el amor universal y la bienaventuranza. Por ejemplo, ya sea en
la iglesia o en un momento de oración o de meditación a solas, es posible
sentirse arrebatado y arrastrado por olas de un amor a toda la humanidad. Por
más total o perfecto que pueda parecernos un estado así, en términos estrictos
no es una experiencia de nuestro Sí mismo Superior, una experiencia del Ser
puro se la siente como algo calmo y sereno.
Por contraste una experiencia del super consciente es más
borboteante que una experiencia del Sí mismo. Sin embargo, una inundación de
energía superconsciente es un signo de estar acercándose al Sí mismo.
De modo que, comparado con el Sí mismo Superior, el
superconsciente es más vivo y más activo. Va asociado con lo que llamamos
procesos emocionales e intelectuales superiores: el júbilo, la beatitud, la
compasión y una percepción intensificada de la verdad y el amor. Una
experiencia superconsciente típica sería sentir que uno es un canal por el cual
fluye alguna fuerza más vasta o más poderosa. Deleitarse en la belleza puede
ser una experiencia superconsciente, como lo son los poderosos sentimientos de
amor universal o de inspiración creadora. A medida que uno se aproxima al Sí
mismo Puro, tiene esos tipos de experiencia, que son precisamente signos de esa
proximidad.
Los sueños, los
símbolos y las intuiciones psicológicas profundas provienen del Sí mismo por la
vía del superconsciente. Hay personas que en su viaje hacia el Sí mismo se
despistan y se identifican con cualidades superconscientes, creyendo erróneamente
que esas cosas son el Sí mismo. En este caso, el “yo” no está en modo alguno
fundiéndose con el Sí mismo, sino que más bien hay una identificación del “yo”
con cualidades superconscientes como el amor, la verdad, la belleza o lo que fuere.
Aunque esto suene bien, las personas que se apegan demasiado a esas cualidades
(por más positivas que parezcan) no experimentan realmente la verdadera
naturaleza ilimitada e infinita del Sí mismo. Es lo que Maslow llamaba un “despiste
superior” y es algo que se ve con cierta frecuencia; personas que cuando siguen
un camino espiritual se desvían demasiado hacia lo superconsciente y se quedan
colgadas de muchas cosas de tipo “psíquico”, o escuchan ángeles y voces que les
hablan, o ven visiones por todas partes. Su “yo” se ha identificado con los
contenidos superconscientes y no con el Sí mismo, y andan por el mundo creyendo
que son el Amor encarnado o la Sabiduría renacida. Pero si uno se cree la
encarnación misma del Amor o de la Sabiduría, eso no es una vivencia del Sí
mismo Superior, porque éste carece de contenido. En esos casos el “yo” está
derivando su identidad de algún contenido superconsciente.
(fragmento- La Dinámica del Inconsciente) Liz Greene - H. Sasportas
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