Cuando llegamos a este mundo somos fundamentalmente Cáncer,
dependemos de la corriente afectiva de nuestro entorno para sobrevivir, y
necesitamos de un lugar seguro donde desarrollarnos, este lugar es la familia.
Dentro de este núcleo se va conformando nuestra personalidad para llegar a ser
profundamente Leo, un individuo diferenciado.
Ser Leo, es totalmente necesario. El yo es necesario, porque
si no tenemos una estructura de personalidad sólida, cualquier manifestación de
Urano, Neptuno o Plutón nos ubica al borde una personalidad psicótica. Para
poder trascender el yo es importante primero haberlo formado. De esta manera el
yo es el puente entre las experiencias básicas y las sublimes.
Escorpio es la llave que nos abre la puerta a lo misterioso
que somos, porque Escorpio es muerte y transformación. En un sentido, es la
muerte del yo, y atravesar Escorpio significa estar dispuestos a dejar morir la
imagen que tenemos de nosotros mismos.
El yo se convierte en la fuente de nuestro sufrimiento,
pretendiendo seguir siendo un ser independiente, exclusivo y distinto a los
demás. Pero Escorpio nos viene a mostrar que nuestra identidad se juega en los
vínculos revelando la verdad acerca de quiénes somos. En este sentido las
relaciones que nos plantean conflictos son las que permiten que emerja nuestra
una dimensión desconocida de nosotros mismos. Las relaciones que confirman
nuestro yo, sólo resultan autogratificantes y no nos ayudan a crecer.
Si pretendemos controlar nuestros vínculos para que nos
confirmen en quienes creemos ser entonces estaremos resistiendo nuestros
propios demonios. Cuando nos internamos en Escorpio, entramos en una gran
crisis del yo, pero resurgiremos transformados para pasar a Sagitario que nos
permite ampliar la visión de nuestra vida y encontrar nuestro real propósito.
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